Leucemia Mieloide Aguda (LMA): la Historia de Steve

¿Las cosas malas siempre vienen de a tres? Descubra cómo un sobreviviente cambió de opinión acerca de esa desafortunada "regla".

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Puede que no exista una historia "feliz" con el cáncer como protagonista, pero puede haber una con un final feliz.
 
En la primavera de 2016, ya esperaba con ansias mi último año de enseñanza de sociología y soñaba con la jubilación. Todo fue tan maravilloso que casi me salté mi examen físico anual. Decidí cumplir con mi cita y eso probablemente me salvó la vida.
 
Los análisis de sangre de rutina revelaron recuentos de glóbulos blancos peligrosamente bajos. Eso desencadenó una biopsia que encontró leucemia mieloide aguda. En 48 horas, pasé de sentirme perfectamente bien a una cama de hospital y quimioterapia intensiva.
 
Al día siguiente, mi esposa Sue llegó en ambulancia a la sala de emergencias de mi hospital con un fémur fracturado. Se sometió a una cirugía y pasó el mes siguiente en una unidad de cuidados de transición, mientras que yo pasé ese mes en el hospital.
 
Dos semanas más tarde, dos árboles de veinte metros se derrumbaron en una tormenta eléctrica desagradable que dañó el techo, la plataforma y las canaletas de nuestra casa desocupada. Pasé el tiempo en mi habitación del hospital contactando a un servicio de árboles, ajustadores de seguros, contratistas y techadores.
 
Entonces recordé un viejo dicho familiar que proporcionaba cierto consuelo morboso. “La regla de tres” era “las cosas malas suceden de a tres”. Contando mi cáncer, la pierna rota de Sue y los árboles caídos, pensé que todo estaría bien de ahí en adelante.
 
Como si fuera una señal, entré en remisión temporal, pero me enfrenté a una difícil elección entre más quimioterapia o un trasplante de células madre. Opté por el trasplante. Mi lógica era que si recibía más quimioterapia y no funcionaba, siempre me arrepentiría de no haber recibido el trasplante. Si tuviera el trasplante y no funcionara, al menos sentiría que hice mi mejor esfuerzo.
 
Ahora necesitaba un donante. Cuando mi único hermano resultó medio compatible, ingresé a un ensayo clínico que comparaba donantes con compatibilidad parcial con donantes de sangre del cordón umbilical y me asignaron al azar al grupo de sangre del cordón umbilical.
 
El trasplante en sí fue inconducente. Tres semanas después, una biopsia reveló que uno de mis dos donantes de sangre de cordón umbilical estaba injertado en un 99 %. Siguió una larga y gradual recuperación. Seis meses después, comencé a sentirme humano de nuevo. Cinco años y medio después, sigo libre de cáncer.
 
Al enfrentar estadías prolongadas en el hospital, ideé varias estrategias de sustentación. Modifiqué la regla de tres redoblando y cultivando seis buenas prácticas que me apuntalaron.
 
La atención plena, la meditación y el yoga fomentaron una tranquila aceptación de mi situación y una serena esperanza de que todo saldría bien.
 
La actividad física y deambular por los pasillos me mantuvieron en movimiento y socializando con el personal de todo el hospital.
 
Ser proactivo significaba organizar mi habitación, comprometerme con mis enfermeras y consultar con mis médicos en cada oportunidad.
 
Mantener el sentido del humor mantuvo mi enfermedad a distancia y mejoró mis interacciones con todos los que se cruzaron en mi camino.
 
Una mentalidad secular y científica me ayudó a confiar en la experiencia de mi médico y a seguir sus consejos durante el tratamiento.
 
Escribir mi historia mantuvo informados a otros, pero rápidamente se convirtió en una terapia para mí y en un mecanismo psíquico de supervivencia.
 
En conjunto, estas prácticas me sostuvieron como una persona que era más que mi enfermedad. Se aseguraron de que mi cáncer no se convirtiera en mi identidad.
 
Mi supervivencia me dejó con una gratitud sin límites. Lo pago ofreciéndome como asesor de pares, defensor de pacientes y maestro de talleres de escritura en varias organizaciones valiosas en la comunidad del cáncer.
 
Mi historia es una versión positiva de la regla de tres. Llegué a la trifecta del tratamiento: remisión temprana, injerto rápido y ausencia de enfermedad de injerto contra huésped. Este resultado llevó a mi oncólogo de trasplantes a llamarme un "valor estadístico atípico".
 
Pero no fueron los números, sino sus dulces palabras las que se quedaron conmigo cuando pronunció "esto es lo mejor que se puede". Puede obtener más información sobre mis memorias y actividades de voluntariado en www.stevebuechlerauthor.com
 
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